¿Quién es la Bella Carnicera? - Primera Parte

por Elida Ganoza

La Bella Carnicera, como ha sido nombrada por Lacan, ha quedado inscrita en la historia del psicoanálisis por consistir en un estupendo ejemplo salido de la pluma de Freud para ilustrar diversos aspectos de la vida psíquica. Se trata de una paciente suya, esposa de un carnicero, que le anuncia un día que ha tenido un sueño contrario a su teoría de los sueños según la cual estos consisten en la realización de deseos.

El relato de Freud, que figura en el Capítulo IV de La Interpretación de los Sueños concerniente a la deformación onírica, es relativamente corto pero complejo, preciso y riguroso al mismo tiempo. Es por eso que J. Lacan lo ha podido tomar sucesivas veces a lo largo de su enseñanza para mostrar los mecanismos que rigen los procesos inconscientes (metáfora y metonimia), para ilustrar de qué manera el deseo es el deseo del Otro y, especialmente, como referente privilegiado de la identificación histérica y de su relación con la sexualidad femenina

Presentaremos aquí, en esta primera entrega, el análisis que efectúa Freud en primer lugar, seguido luego por Lacan, de cuyos comentarios trazaremos solo un esbozo, por ahora.

He aquí lo que la bella expone al creador de la teoría de la interpretación de los sueños: “Quiero dar una comida, pero no dispongo sino de un poco de salmón ahumado. Pienso en salir para comprar lo necesario, pero recuerdo que es domingo y que las tiendas están cerradas. Intento luego telefonear a algunos proveedores, y resulta que el teléfono no funciona. De este modo, tengo que renunciar al deseo de dar una comida.” ¿Cómo puede ser -pregunta ella- que se trate de un deseo cumplido? Freud le responde que sólo un análisis podría dar con el sentido del sueño, aunque efectivamente, concede, pareciera que sus dudas son del todo razonables. A continuación, la interroga sobre los sucesos del día anterior recordándole que estos suelen ser el material que el sueño toma en primera instancia para forjarse. De esta manera, ella va proveyendo la siguiente información:

- Su marido le ha dicho que desea adelgazar, razón por la cual, entre otras, no desea aceptar ninguna invitación a comer fuera. De donde quedan ligados, como se observa, “comer fuera” y “engordar”.

- Inmediatamente después, entre risas, relata que un pintor ha querido pintar la cabeza de su marido, a lo que él ha respondido que “el más pequeño trozo del trasero de una muchacha bonita habría de serle más agradable de pintar que toda su cabeza, por muy expresiva que fuese.” Se trata aquí de una asociación de la paciente que pone de relieve el deseo sexual del marido, evidenciándolo además como un hombre que parece saber dónde se encuentra la mayor fuente de goce al que es posible acceder, cosa que le señala al pintor con su comentario no sin que la esposa haya dejado de advertirlo.

- Sigue una nueva idea asociativa, la misma que de alguna manera, como se verá hacia el final del relato, responde a la anterior. A ella le gusta mucho el caviar pero le ha dicho a su marido, que estaría presto a satisfacerla en cuanto se lo pidiera, que no le traiga aquello que más le gusta: caviar. Así, pues, ella ha instalado entre ambos un deseo insatisfecho, cosa que intriga grandemente a Freud. “¿Para qué puede precisar de un deseo insatisfecho?”, se pregunta. La respuesta que ella ofrece, en el sentido de que se trata de un gusto caro, no lo convence. Le parece, más bien, que se trata de una justificación aparentemente razonable de la que echa mano la conciencia ante el desconocimiento de los motivos inconfesables que causarían el deseo paradójico.

- Finalmente, comenta que ha visitado hace unos días a una amiga suya por la que su marido parece tener predilección pese a ser muy delgada, siendo que a él le gustan las mujeres más redondeadas. La amiga le ha dicho que ¡desea engordar! Y, acto seguido, le ha preguntado que cuándo la invita a comer en su casa, en la que se come “maravillosamente”.

La interpretación de Freud no se hace esperar. “Es como si ante la pregunta de su amiga hubiera usted pensado:"¡Cualquier día te convido yo, para que engordes hartándote de comer a costa mía y gustes luego más a mi marido!" De este modo, cuando a la noche siguiente sueña usted que no puede dar una comida, no hace su sueño sino realizar su deseo de no colaborar al engrosamiento de las formas de su amiga”.

Pero, ¿por qué soñar con salmón ahumado?, quiere saber Freud. Y la carnicera le responde: “Sin duda, porque es el plato preferido de mi amiga”. Curiosamente, también la amiga se priva de su plato preferido dizque por razones de índole económica.

Es decir que la Bella Carnicera se ha identificado con la amiga mediante la fabricación de un síntoma: sostener un deseo insatisfecho. Este deseo, -que viene al lugar del deseo prohibido, el mismo que se han propuesto no alcanzar-, es pues, comenta Freud, el signo de una identificación histérica, la misma que se produce entre sujetos que comparten una problemática sexual similar. He aquí una de las claves de la insatisfacción femenina, sobre la que tanto se ha dicho, pero no nos extenderemos sobre ello en esta oportunidad.

El deseo de la Bella Carnicera es, en realidad, que no se realice el deseo de la amiga, de la que está celosa; pero, identificada como está con ella, lo que aparece en el sueño es que no se realiza su propio deseo. Por esta vía ella encuentra la forma de redoblar su desconocimiento respecto de lo que sería su propio deseo, frente a su amiga y frente a su marido. Con estas palabras concluye Freud el análisis del sueño: “la sujeto ocupa en su sueño el lugar de su amiga porque ésta ocupa en el ánimo de su marido el lugar que a ella le corresponde y porque quisiera ocupar en la estimación del mismo el lugar que aquélla ocupa”. De lo que puede fácilmente deducirse el móvil de la envidia, el mismo que lo distinguiría de la ambición: que otro no alcance un goce que el sujeto, sin admitirlo, desea para sí. Más importante aún, es lo que viene a agregar Lacan, la razón profunda que ha dado lugar a la identificación entre ambas amigas es la pregunta por lo agalmático de la feminidad, y es cierto que la satisfacción del deseo de caviar o de salmón, incluso del deseo sexual, no terminaría de responderla: una razón más para sostener la insatisfacción; es que tampoco es eso, dice la histérica.

2 comentarios:

  Anónimo

10 de mayo de 2014, 0:12

Bien sintetico. Lo mismo que tengo en mis resumenes

  Unknown

5 de febrero de 2017, 7:29

Genial, como pienso el psicoanalisis es la base para todas las demas ramas de la psicologia aunque muchos no lo acepten.