¿Quién es la bella Carnicera? (Segunda parte)

Marita Hamann
Psicoanalista, miembro de la NEL-Lima
y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis

“Una dama puede soñar un sueño al que no anima más deseo que el de proporcionar a Freud, que le ha expuesto la teoría de que el sueño es un deseo, la prueba de que no hay nada de eso”. Así nos introduce Lacan al análisis del sueño de la carnicera (1) expuesto en La interpretación de los sueños. No obstante, Freud consigue descifrar el deseo que alberga y que ha sido articulado por ella en un discurso bien astuto, acota Lacan. Según vimos en el número anterior, había sido el deseo de tener un deseo insatisfecho lo que animaba a la dama en cuestión(2).

Debe entonces precisarse a qué llamaba deseo Freud, prosigue Lacan, si tenemos en cuenta, por ejemplo, que un sueño de castigo puede figurar en el sueño para significar justamente el deseo de lo que el castigo reprime. Como quedará demostrado, el deseo inconsciente atrapado en el sueño solo puede ser capturado a partir de las asociaciones del soñante, mediante las derivaciones de la cadena significante, para lo cual se requiere emprender su análisis. “El deseo no hace más que sujetar lo que el análisis subjetiviza”, concluye Lacan. Es para esclarecer este punto que ha apelado a la estructura del lenguaje: a la teoría del significante saussuriano a la que Freud se ha anticipado sin conocerla, y a los conceptos de metáfora y metonimia (tal como Jacobson se sirvió de ellos) para ilustrar los mecanismos de la elaboración inconsciente (condensación y desplazamiento, respectivamente).

Es evidente que el primero y más importante deseo que el sueño realiza es el deseo de dormir. Precisamente por ello una serie de mecanismos son desplegados, con el fin de enmascarar los pensamientos inconscientes que emergen durante el sueño. Así, por una parte, el sueño es en sí mismo una interpretación cifrada del deseo inconsciente; por otra, este deseo no se capta sino desmontando su elaboración en conformidad con las leyes del lenguaje.

El sueño de la carnicera demuestra las diferentes gradaciones en las que el deseo se potencia y se generaliza; no hay más que seguir el desarrollo con atención, en cada una de sus vueltas. Se trata, primero, de un deseo de deseo: ella no quiere que su marido le compre caviar, su plato preferido; es el deseo de esa falta lo que quiere. El deseo de la histérica de tener un deseo insatisfecho se apoya aquí en el significante caviar. En segundo lugar, este deseo se sustituye en el sueño por el deseo de su amiga, quien también tiene un deseo que quiere dejar sin satisfacer, el de comer salmón ahumado. En el sueño, caviar es sustituido por salmón. El hecho de que ambos significantes desempeñen para las dos mujeres el mismo papel, que tengan la misma significación, permite la sustitución y constituye la identificación histérica. Al desmontar la sustitución del caviar por el salmón, Freud halla la metáfora del deseo de la soñante. No es que el sueño sea lo inconsciente sino que es la vía regia del mismo: es por el camino de la metáfora que el sueño traza el camino.

Entonces, el significante caviar simboliza aquí el deseo insatisfecho. Pero el deseo de caviar, en sí mismo, es la metonimia del deseo como inaccesible: el deseo insatisfecho de caviar es la forma concreta que adquiere el deseo como imposible de ser colmado de una vez y para siempre; es una significación que remite a otra significación. En la histeria, el deseo lleva la marca de la insatisfacción continua; éste es el modo como se redobla la verdad inherente al deseo humano y como la histérica en particular se rebela contra la verdad del deseo, contra el hecho de que no es posible hallar el objeto que definitivamente le calce. Y pobre de quien presuma tenerlo.

Así visto, deseo de caviar es esa poca cosa en que se apoya el deseo para hacerse representar. Se ve así “la poquedad de sentido en la que se manifiesta el fundamento del deseo, y le confiere el acento de perversión que es tentador denunciar en la histeria presente”, agrega Lacan. Y continúa: “Lo verdadero de esta apariencia es que el deseo es la metonimia de la falta en ser”.

Esta es la cuestión que se teje en la paradoja del deseo de la carnicera despierta, el del caviar. Su deseo es el de una mujer colmada sexualmente por su esposo, del que confiesa estar muy enamorada y que supuestamente es ducho en las artes amatorias, un hombre que no tiene pelos en la lengua para señalarle al pintor que lo quiere retratar que “un trozo del trasero de una muchacha bonita es lo que verdaderamente le haría falta”.

Pero la espiritual carnicera quiere algo más que la satisfacción de sus demandas sexuales, algo más que ser objeto del disfrute de su marido, quiere caviar. Lo curioso es que ese caviar que desea, le ha hecho saber a su marido que no quiere que se lo dé.

Sabemos que su sueño ha sido motivado por la conversación con su amiga, quien le ha preguntado que cuándo la invita a cenar a su casa, donde se come tan bien. Esta amiga, por otro lado, es muy bien considerada por su esposo el carnicero, a pesar de ser muy delgada. ¿Tendrá su marido el carnicero, también él, un deseo insatisfecho pese a ser en apariencia un hombre satisfecho? Si eso le sucede a ella, ¿por qué no a él? Es por esto que le conviene no dar la cena en cuestión. Sin embargo, ¿qué puede ver él en su flaca amiga? ¿Qué tiene ella? Es para alcanzar el misterio mismo de la feminidad que la mujer histérica se identifica también con el hombre; a través de él, poniéndose en su lugar para imaginar lo que él podría sentir frente a otra, buscará una respuesta. De esta manera, su deseo es el deseo del Otro (“¿qué (me) quiere?”), entendido como el lugar donde la palabra habría de desplegarse. Pero, como aquí este deseo pasa por el pedido de salmón ahumado y permitir o no que la amiga engorde no respondería a nada en realidad, renuncia a la cena, es decir, a la búsqueda del salmón representante en el sueño del misterio de la feminidad que su amiga encarna. Con ello, se detiene también ante su propia pregunta, solo conserva la insatisfacción. “Todo ha fallado, y ud. dice que el sueño es la realización de un deseo. ¿Cómo arregla ud. eso, profesor?”, parodia Lacan a la Bella que habla con Freud. El sueño realiza el deseo imaginario de no ofrecer la comida que haría engordar a la amiga ante el marido, pero deja en suspenso la satisfacción de la que se trata en el nivel del goce. El propio Freud así lo observa y anota que, al mismo tiempo, el sueño sostiene el deseo de salmón de la amiga como insatisfecho, tanto como ella misma sostiene el suyo.

Salta a la vista entonces que la demanda no es el deseo sino que el deseo se articula en ella pero para apuntar a otra parte: al significante por el cual el Otro aparece como deseable y constituye al sujeto como deseante. Igualmente, que el deseo que sujeta a la soñante no se sitúa en el Yo sino en el deseo que anida en el hombre que es su marido y en la amiga que éste admira.

En suma, el análisis del sueño de La Bella Carnicera muestra con relativa sencillez tres cuestiones complejas:

Primero, como dijimos al inicio, que las imágenes del sueño tienen el valor de significantes concatenados en series discursivas, cuya cifra radica en el propio soñante.

Segundo, el análisis da cuenta de la estructura del deseo humano. El deseo no es lo que se pide sino que gira alrededor de la falta de objeto; en última instancia, el deseo no tiene objeto. De allí proviene también la insensatez de los deseos humanos. Deseo de caviar o salmón, es claro que se trata de la primacía del apetito por sobre la satisfacción; incluso la satisfacción del apetito deja siempre un resto por desear. Es precisamente ese resto, esa nada, lo que la Bella Carnicera quiere hacer valer, aún al precio de la insatisfacción. Su estrategia consiste en tener un deseo que no pueda ser colmado, a través del cual se hace subsistir como deseable y como deseante. Es que, además, el deseo no es equivalente al goce. Hay un saber en la carnicera: que su marido se satisfaga con ella, no impide que desee a la amiga del salmón.

Por último, la ambigüedad del deseo respecto de su objeto da lugar al carácter histérico del deseo humano, el que siga los vericuetos por donde éste se articula en el Otro. El deseo es el deseo del Otro.

Tercero, la estrategia histérica es un intento de abordar la cuestión relativa a La mujer. El goce de la mujer es enigmático en la medida en que la feminidad no puede cernirse independientemente de la relación fálica. Si bien la mujer encarna al Otro sexo, resulta imposible de capturar pues toda representación, cuando no es delirante, la reduce al sentido fálico. De manera que, habiendo mujeres, no es posible simbolizar aquello en lo que consistiría su “naturaleza femenina"(3).

La solución del sujeto histérico, atormentado por la relación de la mujer con el goce, consiste en hacer de la mujer un misterio y, por este artificio, hacer existir a La Mujer gracias al enigma supuesto en su cuerpo. Así, pues, solo como inasible, como inalcanzable, se intentaría representar ese más allá del falo que evocaría la feminidad. También la historia ha registrado una época atravesada por una solución similar, la del amor cortés por la dama idealizada, elevada al rango de Otro absoluto.

Ha sido encarnando un misterio que la Bella Carnicera se ha presentado ante Freud, pues ha pretendido haber realizado el deseo de no realizar su deseo al narrarle un sueño que desafiaba sus teorías. Y ha conseguido, efectivamente, suscitar el deseo de saber de Freud.





(1) Se puede encontrar el desarrollo de J. Lacan al respecto en su célebre texto, “La dirección de la cura”, incluido en los Escritos.

(2)Recordemos el relato del sueño: “Quiero dar una comida pero no dispongo sino de un poco de salmón ahumado. Pienso en salir para comprar lo necesario pero recuerdo que es domingo y que las tiendas están cerradas. Intento luego telefonear a algunos proveedores, y resulta que el teléfono no funciona. De este modo, tengo que renunciar a dar una comida”.

(3) Que sin duda no reside en la maternidad, otra respuesta de orden fálico.

1 comentarios:

  Anónimo

9 de septiembre de 2008, 13:35

¿Cuándo sale el 4to número de la revista?