¿Es Estados Unidos una sociedad productora de locos? - Reflexiones a partir de la masacre de Virginia Tech

Por Juan Carlos Ubilluz

Nota del editor. Juan Carlos Ubilluz nos entregó este escrito dos meses antes del 11 de Octubre, fecha en que Asa H. Coon, de 14 años, disparó contra dos maestros y dos estudiantes en el colegio de Success Tech de Cleveland, EEUU. Afortunadamente, sólo consiguió herirlos, aunque luego tuvo mayor éxito disparando contra sí mismo. Al oír de este incidente, le escribimos a Ubilluz para preguntarle si deseaba alterar su texto de algún modo. Y él nos respondió lo siguiente: “Nada de lo sucedido en Cleveland amerita que cambie una coma de mi artículo. Mi explicación sobre Virginia Tech vale para Success Tech, para Columbine y para tantas otras masacres producidas en los colegios y las universidades de Norteamérica. Es más, si antes de la publicación de mi artículo ocurre otra matanza, no se preocupen, lo más probable es que, tal como está, mi artículo valga para ella también”.

El 5 de mayo de este año, Suing-Hui Cho asesinó a 30 personas en los pasillos de Virginia Tech, universidad a la que él mismo asistía. El hecho guarda estrecha relación con la epidemia de matanzas en las escuelas secundarias norteamericanas que se generó a partir de la masacre de 12 estudiantes de Columbine High School. En todos estos casos, los crímenes fueron perpetrados por jóvenes que eran consistentemente ridiculizados por condiscípulos que gozaban de mayor popularidad. Los medios de comunicación norteamericanos han centrado su atención crítica en cómo prevenir sucesos similares, ya sea mediante la prohibición de armas de fuego, la vigilancia de los padres, o la oportuna intervención de los profesionales de la salud. Si bien estos temas no son intranscendentes, su hiper-presencia en los medios tapa la ausencia de la pregunta de fondo: ¿es Estados Unidos una sociedad productora de locos?

La pregunta no es ni sensacionalista ni políticamente intencionada. En todos los países del mundo, hay jóvenes que son humillados ("lorneados") de manera grosera en sus centros educativos, pero es sólo en los Estados Unidos donde se ha vuelto costumbre que ellos resuelvan su situación cogiendo un arma y disparando a quemarropa contra sus compañeros de estudio. En Bowling for Columbine, Michael Moore intenta explicar este fenómeno aduciendo que los medios de comunicación predisponen a los individuos hacia la violencia armada al fomentar el miedo y la desconfianza hacia el otro. Sea o no esta la causa de la violencia armada en EEUU, la explicación de Moore se desliza hacia la generalidad: no hay en su película una discusión de los conflictos psicológicos, sociales o éticos de los jóvenes homicidas, sino tan sólo una descripción del sentimiento de inseguridad en la sociedad norteamericana. No obstante, la descripción de Moore, aunque insuficiente, no está lejos de la meta (la de explicar el fenómeno): para alcanzarla, debemos ahondar en las causas del sentimiento de inseguridad y relacionarlas con la situación específica de la “venganza de los nerds”.

Para Lacan, nuestra época está marcada por el declive de la función paterna, la cual soporta los ideales colectivos propios del orden simbólico, a saber, de la matriz que le da sentido social a la existencia. Al declinar esta función, declina también el peso de los ideales colectivos sobre el individuo y, por lo tanto, este experimenta con mayor fuerza la presión narcisista de encarnar ideales ahora de corte individual. Aquí debemos complejizar la concepción popular de que, en el narcisismo, el hombre está sólo frente al espejo. Es cierto que en este estado el hombre se halla fascinado con su imagen, pero hay que añadir que el espejo es la mirada objetivante de un Otro que se supone completo, autosuficiente. Por ejemplo, antes de que el padre ejerza su función de separar al niño del regazo materno (es decir, de castrarlo), el niño se encuentra en posición de súbdito, y decimos súbdito porque su deseo está alienado en el deseo de ser el objeto que supone que le falta a la madre, o más precisamente, el objeto que imagina que ella desea.

Evitemos el malentendido: el psicoanálisis no es una disciplina nostálgica de los “buenos tiempos” de la sociedad patriarcal. La atención que dirige a la función paterna radica estrictamente en la importancia de poner coto a la estructura narcisista. Para el psicoanálisis, el problema con el ocaso de esta función no es tanto el debilitamiento de los ideales colectivos como el amenguamiento de la capacidad de desear. Irónicamente, al impedir la identificación narcisista con el deseo de la madre, el padre permite que el niño empiece a preguntarse por su propio deseo. Por supuesto, está siempre el peligro de que, una vez separado de la madre, el niño se aliene en los ideales sostenidos por el padre. Pero a esto no apunta el psicoanálisis: lejos de proponer un sometimiento a la moral paterna, la apuesta propiamente psicoanalítica es la de servirse de la función separadora del padre para afirmar la singularidad del sujeto y de su deseo, para afirmarla incluso si esta singularidad contradice la voluntad del padre.

Volviendo al campo social, podríamos decir que, con el declive de la función paterna, el individuo tiende a convertirse en el objeto que brilla para el lente del mercado. Obsérvese, sin embargo, que no es sólo que el declive de la función paterna entrega al individuo al capitalismo, es también que el capitalismo propicia el declive de esta función al promover mediante sus órganos culturales los ideales del éxito individual, ya sea en la esfera laboral o en la de los placeres. Es por ello que, en EEUU, donde el capitalismo se encuentra en un estadio avanzado, las relaciones inter-subjetivas están marcadas por la rivalidad: pues sin el freno paterno al orden narcisista, el yo percibe a su semejante como un potencial usurpador de su lugar, del lugar de objeto que el Otro desea; de allí el sentimiento de inseguridad general descrito por Moore.

Ahora bien, es precisamente la usurpación del lugar de objeto brillante, exitoso, lo que resienten los jóvenes que son puestos por sus (im)pares en el lugar de los perdedores. Y como el ocupar este lugar -el obtener el éxito social- es el eje crucial de la socialización norteamericana, ellos se encuentran más predispuestos que los jóvenes de otros países a recurrir a la violencia contra quienes les arrebatan el goce narcisista. Días antes de disparar a mansalva en los pasillos de su universidad, Cho declaró lo siguiente en su manifiesto multimediático: “Ustedes tenían todo lo que querían. Sus Mercedes no les bastaban, chicos caprichosos. Sus cadenas de oro no les bastaban, esnobs. […]. Todo esto no bastaba para satisfacer sus necesidades hedonistas. Lo tenían todo”.

De más está decir que no todos los jóvenes “resentidos” de EEUU asesinan a sus compañeros más exitosos. Pero en una sociedad cuyos valores refuerzan el narcisismo del yo, ¿cómo sorprenderse de que este tipo de crímenes sean tan comunes? O para decirlo directamente, la moral narcisista del capitalismo avanzado es el caldo de cultivo de la psicosis. Un detalle de los asesinatos soporta esta hipótesis: tanto en Virginia Tech como en Columbine, los jóvenes homicidas no dispararon contra un otro en específico (por ejemplo, contra el compañero que los agredía física o verbalmente), sino contra la masa indiferenciada de “los demás”, contra el orden narcisista en abstracto. Nada más característico de la psicosis paranoica que el convencimiento de que las abstracciones sociales o morales existen en la realidad material.

Una última reflexión. Cuando oímos en las noticias estos trágicos sucesos, tendemos a considerarlos como cosas de “gringos locos” que nada tienen que ver con nosotros. No nos damos cuenta, sin duda, de que EEUU no sólo exporta Coca Cola sino también una manera de organizar la vida inter-subjetiva. Las masacres de estudiantes son el producto indeseado del declive de la función paterna y el ascenso de la nueva moral del capitalismo avanzado. Desde ya tenemos que preguntarnos si ellas serán parte de nuestra vida cotidiana cuando hayamos alcanzado tan “alto grado de desarrollo”.

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