¿Por qué la Escuela? - Reseña de la Clase Magistral de Bernardino Horne del 20 de mayo del 2008

Marita Hamann

Directora de la NEL – Lima

Psicoanalista. Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis A.M.P.

y de la NEL – Lima


Bernardino Horne, Analista miembro de la Escuela (AME) de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP) y de la Escuela Brasileña de Psicoanálisis (EBP), de la cual ha sido dos veces Presidente, estuvo entre nosotros del 19 al 21 de mayo para realizar una serie de actividades. El 20 de mayo, en el marco del CID-Lima, ofreció una Clase magistral destinada a los alumnos inscritos en nuestro instituto de enseñanza, la misma que organizó en tres partes. Ofrecemos aquí una reseña de lo que fuera su exposición de ese día.


1. La Escuela es necesaria porque el inconsciente produce espanto, de manera que lo natural es que el psicoanálisis tienda a desparecer; la Escuela resiste al movimiento ideológico que forcluye al sujeto.

Asimismo, dadas las dificultades del psicoanalista para ocupar un lugar y mantenerse en él, se requiere de la Escuela como espacio donde se piensan y elaboran los problemas que traban a los analistas. Muestra de su importancia es, por ejemplo, que quienes se alejaron de la Institución freudiana (como Adler o Jung) entre 1910 y 1915, dejaron de ser psicoanalistas, en buena cuenta.

Infatuación e impostura son los productos de una fácil identificación al Sujeto Supuesto al Saber (SSS), el que se instala cuando la transferencia analítica propiamente dicha –la apertura de lo inconsciente, de la Otra escena- ha tenido lugar. La Escuela les pone remedio mediante la necesaria exposición del saber ante los colegas.

La impotencia para sostener una praxis se reduce al ejercicio de un poder y la sugestión es una de las formas en que este se usa. A ello se opone el deseo del analista, cuando lo hay: un deseo sin poder, un deseo opuesto al deseo de poder. Se trata, antes bien, de obtener la diferencia absoluta entre el goce y el elemento significante del sujeto, a lo que se llega por la vía del no poder.

Como ha señalado Lacan, el sujeto del poder deviene en loco, pierde inteligencia, se vuelve paranoico. Lacan responde al poder por el saber, entonces, funda la Escuela, que no es una Sociedad porque no se organiza según jerarquías ni fomenta las identificaciones mutuas.

La política de la Escuela es la de reconquistar el campo abierto por Freud mediante la orientación a lo real.

Aquí se trata del ejercicio de la función de analista, puesto que es este ejercicio el que hace el trabajo y despeja, hasta arribar al final que corresponda en cada caso.


2. Acerca de La proposición del 9 de octubre sobre el psicoanalista de la Escuela (AE), (1967), de J. Lacan.

El psicoanálisis en intensión (la experiencia psicoanalítica de la cura) atañe a la formación de los analistas e implica que ellos deben analizarse tendiendo a llegar al final del mismo.

El psicoanálisis en extensión es la presentificación del psicoanálisis en el mundo y se refiere al conjunto de acciones que los psicoanalistas emprenden fuera de sus consultorios particulares. En el horizonte de la extensión se anuda el lazo con la intensión, lo que quiere decir que, mientras más extendemos, más ajustamos la intensión porque la extensión, para realizarse, tiene que ser hecha por un psicoanalista. Hay una estrecha relación entre ambos movimientos porque la extensión es extensión de la intensión; cuanto más radical la intensión, mejor será la extensión.

La Escuela avanza y teoriza a partir de los testimonios de los finales de análisis. El impasse freudiano sobre el final de análisis reside en la constatación de que nadie quiere aceptar la castración, nadie quiere su -1, ese que, en términos de Lacan, se escribe S() y responde a la fórmula “no hay relación sexual”.

Por el amor al saber entramos en análisis, pero eso está en dialéctica con el horror al saber verdadero, el que encuentra lo imposible, lo real. En el transcurso del análisis, nos apoyamos en el amor de transferencia y en el placer que da el saber, sin olvidar que su estructura está dada por el Sujeto Supuesto al Saber que reside en el inconsciente del propio analizante.

Hacia el final del análisis, que está dado para todo aquel que quiera proseguirlo hasta alcanzarlo, el entusiasmo ocupará el lugar del amor y el horror se transformará en el deseo del analista.

Ahora bien, que haya deseo del analista no implica disolver el –1; por el contrario, el analista lo mantiene porque ansía ir hacia allí para trabajar eso —la ausencia de relación sexual— con los pacientes, sin horror.


3. Un análisis implica siempre el recorrido del fantasma (la fantasía fundamental en torno a la que se ha escrito el guión de la vida de un sujeto) y, si llega hasta el final, produce la descomposición de sus elementos. En rigor, en el guión del fantasma el sujeto entra en relación con dos objetos: el propiamente fantasmático y el verdadero.

Atravesar el fantasma es darse cuenta de que el objeto (a) es el sujeto, es entender que se goza del objeto en el sentido de ; lo que se demuestra al final de un análisis.

Esta es también la razón por la cual se dice que la mujer es el síntoma del hombre, porque hace de ella su objeto, en la medida en que es en ella en quien le parece encontrar el objeto que le concierne. Sin embargo, aquí la fantasía es mentirosa ya que la verdad es que el sujeto hombre es, él mismo, el objeto (a) al que se dirige, y goza de esa forma. Visto de esta manera, romper los elementos del fantasma es poder decir “hay la mujer en mi, yo soy ella”, que es lo que un hombre menos quiere.

Por su parte, la mujer habrá de consentir con su posición de objeto, una cuestión complicada para ellas, sin embargo.

De este modo, aproximadamente, es como hombres y mujeres se arreglan para salvar los obstáculos de la no relación sexual.

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