Jacques Lacan: El Psicoanálisis Como Causa

Por Javier Urbina Languasco

El 9 de noviembre de 1963 la asamblea de miembros de la IPA[1] decide, por mayoría de votos, excluir para siempre al doctor Jacques Lacan de toda actividad relacionada a la enseñanza y formación de psicoanalistas. Lo que es lo mismo: expulsado sin posibilidad de retorno de las filas de la institución psicoanalítica. ¿Qué razón pudo llevar a la IPA a tomar una decisión de tal radicalidad?

Para ese año Lacan no era, en lo absoluto, un desconocido. Llevaba más de 10 años dictando un seminario semanal y había escrito la mayor parte de sus textos, en los cuales había desarrollado una línea de pensamiento singular y en muchos puntos subversiva.

Lacan afirmaba explícitamente que no se podía hablar de técnica psicoanalítica ni aplicarla correctamente si se desconocía la doctrina freudiana y los conceptos que la fundan. Por sorprendente que parezca, el verdadero carácter revolucionario de su enseñanza estaba en el principio fundamental que la sostenía: retornar a la obra de Freud, a la lectura de sus textos, al estudio minucioso de su teoría.

Notablemente influenciado por el estructuralismo francés, por la lingüística saussuriana, por la antropología de Lévi-Strauss y los seminarios hegelianos de Alexander Kojève; Lacan se enfrascó en una labor de desmenuzamiento del texto freudiano, desbrozando y recobrando el franco sentido de las nociones psicoanalíticas, tanto desde su seguimiento en el desarrollo del pensamiento de Freud como en sus fundamentos subjetivos.

“Nuestra tarea – dirá en 1953 – será demostrar que esos conceptos no toman su pleno sentido sino orientándose en un campo de lenguaje, sino ordenándose a la función de la palabra”[2]. Era el nacimiento del inconsciente estructurado como un lenguaje, la restitución de la palabra como el instrumento esencial del dispositivo analítico. Era el inconsciente que como una nota sincopada se elevaba por encima del discurso concreto, vehiculizando la verdad singular en los registros de la palabra.

Al igual que Freud, la herramienta primordial de Lacan a lo largo de toda su enseñanza fue la referencia a su propia praxis clínica. Sólo mediante la elucidación de aquellos principios que rigen la práctica psicoanalítica lograba liberar las tesis, enriquecerlas y reintroducirlas en la clínica, en una relación dialéctica e infinita.

Así, la relectura de Freud no dejó de tener influencias en la práctica particular de Lacan, llevándolo a abandonar los parámetros específicos con los que la IPA estandarizaba la práctica analítica por una clínica en la que los tiempos de intervención, de comprensión o de término se apuntalaban en lo tiempos del inconsciente, en el devenir discursivo que éste formula para cada sujeto. Era una clínica del uno por uno y no ese psicoanálisis en serie que propugnaba la IPA, cada vez más cercana a la ideología estadounidense.

Por ello también, su seminario para analistas en formación en el hospital Saint-Anne se convertiría en el escenario privilegiado para cuestionar, discutir y, sobretodo, reconfigurar las concepciones supuestamente ortodoxas del psicoanálisis postfreudiano. Lacan era enfático al denunciar, siempre desde la referencia a Freud, los desvíos teóricos y técnicos que aquejaban a la IPA, centrada en una clínica que ubicaba al fortalecimiento del yo como su elemento principal en detrimento del inconsciente y al analista como la figura identificatoria por excelencia, como aquel que puede indicar a su paciente el camino del bienestar psíquico.

Todo esto, planteaba Lacan, era una versión edulcorada y simplista del descubrimiento freudiano, producto de una ignorancia total del inconsciente y del pleno valor de sus consecuencias. Pretender que el yo es mucho más que una función de desconocimiento del deseo inconsciente era lo mismo que denegar las profundas implicancias de la acción misma del psicoanálisis.

Evidentemente, la reacción de la IPA fue siempre adversa a la enseñanza de Lacan, pues cuestionaba directamente las políticas de la institución y era considerada una pésima influencia para los analistas en formación. Finalmente, su expulsión y tacha definitiva de la lista de analistas didactas en 1963 no sería más que la consecuencia esperada, la censura inevitable para una voz que se alzó demasiado alto para la supuesta ortodoxia.
Sin embargo, esto no lo silenció. En 1964 reanuda su seminario, ahora en la Ecole Normale Supérieure de Paris, y lo titula Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis. Liberado ahora de presiones políticas y negociados, este seminario marca el inicio de una nueva etapa para Lacan y su enseñanza, es el comienzo del pensamiento propiamente lacaniano.
Dirigiéndose esta vez a un auditorio conformado tanto por analistas como por filósofos y científicos, los temas que abordará Lacan rondarán las preguntas por el estatuto científico del psicoanálisis y su posición en el pensamiento occidental. Pero, sobretodo, avanzará en su teorización y en su clínica más allá de los límites del propio Freud, apuntando a responder lo que para él fue siempre un enigma: ¿Qué es un padre? ¿Qué quiere una mujer?
Ese año será también el de la creación de la Escuela Freudiana de Paris, la cual inaugura Lacan con un discurso que abría con lo siguiente: “Fundo –tan solo como siempre he estado en mi relación con la causa psicoanalítica…” Este es el modo que Lacan utiliza para dar cuenta de que, al final, el lugar de analista se sostiene únicamente en la soledad de un deseo singular, el cual se impone como garantía ética de una elección no impuesta jerárquicamente ni coloreada ideológicamente.

La elección de Lacan fue siempre y antes que nada por el psicoanálisis, y su actividad teórica no fue un mero tratamiento de objetos nuevos sobre la base de una doctrina ya establecida e invariable. No era un saber suspendido sino en constante cambio, un recorrido dinámico y vital que hacía eco a sus propias preguntas por la clínica psicoanalítica. Su enseñanza se despliega, entonces, como una continuidad, pero su deducciones no son lineales, pues las consecuencias todo el tiempo reconfiguran las premisas. Es, finalmente, el producto de las modificaciones en la clínica que son las modificaciones del malestar en la cultura… de allí su potencia.


[1] Asociación Psicoanalítica Internacional en sus siglas en inglés.

[2] LACAN, Jacques. Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis, p. 236. En: Escritos I, Siglo XXI, 2001.

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